martes, 17 de mayo de 2016

Terrores atendibles


Cada vez resulta más descontinuada la costumbre de mantener un blog. Habría que considerar como parte de su definición "que comúnmente se abandona". Un blog, tu blog, no deja de causarte cierta ternura y hasta asombro cuando vuelves a él y relees las barbaridades que te atreviste a publicar y de pronto se te despierta una gana inmensa de reformarlo, retomarlo, modificarlo y hasta cancelarlo para abrir uno nuevo, pero pronto abandonas este impulso pues sabes que acaso el nuevo blog tendrá otro título y un nuevo aire -que, indefectiblemente, será efímero-, pero que tú, el autor, seguirás siendo el mismo, y que lo abandonarás nuevamente más temprano que tarde.
Con todo, te animas a revivir el que ya existe y abandonaste hace varios años y que, con la esperanza de que ya llevas más años a cuestas, en el mejor de los casos tienes mejores cosas que contar.

Así pues, tras haber descartado"postear" algo ya publicado en suplementos o revistas, decides elegir un asunto de entre las cosas más recientes que han despertado tu curiosidad, y te sorprende que una muy destacada ha sido una película que de tan pésima resulta buenísima y es una película de las llamadas "de culto" que viste a en Netflix, venturosamente restaurada y digitalizada y en su idioma original: El barón del terror (Chano Urueta, 1962), Brainiac en inglés, de esos productos secretos para los legos pero que resultan muy venerados por los conocedores.
Al ver las evidentes pifias de este filme, el artificio más risible que terrorífico del monstruo de hule, la ingenuidad de sus acusadas pretensiones, los logros involuntarios y, sobre todo, la gratuidad de la sucesión narrativa sazonada con algunas joyas de diálogos casi beckettianos, y cuyos caprichos argumentales se antojan de una elipsis ultra contemporánea, te recuerdan la lógica interna de los relatos de Pedro F. Miret, como una clave de lectura que arroja bastante luz a la de por sí enigmática y desopilante narrativa de este escritor -cuya obra completa te hallas releyendo en la actualidad, tras haber descubierto una reimpresión muy atildada del hasta hace poco extinto volumen La zapatería del terror, con prólogo de Gerardo Deniz (Conaculta, colección Singulares, México, 2010).
¿Estoy comparando El barón del terror -la película de culto que podría ser "la peor película jamás filmada"- con La zapatería del terror -una de las obras fundamentales del escritor secreto más famoso del mundillo literario mexicano, también "de culto"-?
Sí.

https://www.youtube.com/watch?v=KGxPW3fjaS8

...esta historia cointinuará.

domingo, 5 de mayo de 2013

Luis Ignacio Helguera, cazador de colibríes literarios


Hace 10 años murió Luis Ignacio Helguera. Dejó un hueco irreemplazable en el ámbito de las letras. Aquí, unas líneas para el curioso e improbable lector.


Cultivador de brevedades; agraciado escritor de corto aliento –a modo de especializada virtud–; cazador de colibríes literarios, tan difíciles de cautivar como los minúsculos pajarillos coloridos cuya suspensión aérea pone en entredicho toda gravedad, Luis Ignacio Helguera escribió libros alados, de género impreciso y breve que le zumbaron inspiradamente como desafío a su aire de flemático literato: pocas veces se le vio sin corbata y gabardina, y sí siempre con un copete lacio y rebelde que, sin embargo, Nacho estilaba amaestrado.

Lo primero que salta a la vista de las composiciones de Luis Ignacio Helguera –oscilantes entre el cuento mínimo y el poema en prosa– es el grado extremo de acabamiento que puso en constante peligro sus textos, ya que éstos podrían sucumbir ahogados en pos de la forma; sin embargo, él siempre supo acallar la música a tiempo. En él, no resultaba extraña esta sabiduría literaria siempre a punto de inscribirlo en esa modalidad consignada por Enrique Vila-Matas como característica de los “escritores del no”.

Callar a tiempo y poner atención a la serie de toses de la concurrencia de una sala de conciertos; callar a tiempo como veneración a una zona fundamental de la música, de la que Nacho fue siempre un entregado devoto y disfrutador de primera línea; su labor como jefe de redacción de Pauta y sus libros de musicólogo así lo confirman. Paciente autorizador de curiosidades, Luis Ignacio Helguera supo fiarse de sus pasos transeúntes, que siempre le prometieron itinerarios inéditos a su sensibilidad avizora. Ahí están los poemarios Traspatios y Minotauro.

Si es verdad aquello de que las influencias son de quien las merece, Helguera supo honrar con su escritura a sus autores predilectos, familia con varias afinidades de la que Luis Ignacio fue el benjamín: Ramón Gómez de la Serna y Augusto Monterroso, abuelos; Antonio Deltoro y Fabio Morábito, sus primos hermanos; y por ahí anduvo oculto un tío medio delirante y onirista de siete suelas del que Nacho nunca dejó de hablar: Pedro F. Miret, el escritor secreto más famosos del mundillo literario mexicano.

También nos legó una obra fundamental para la historia de la literatura mexicana: Antología del poema en prosa en México, en cuyo transcurso Luis Ignacio Helguera se remontó a sus más profundas afinidades electivas para compartirlas.

Su escritura es fragmentaria y antiépica: domeñó la pesadumbre de la vida cotidiana y templó las peripecias abruptas. “Nací en la Ciudad de México, el 8 de septiembre de 1962, a la hora del aperitivo. Me gusta la música, el whisky y el ensayo inglés”, confesó Luis Ignacio en la nota preliminar de su reunión de ensayos ¿Por qué tose la gente en los conciertos?

En estos momentos Nacho debe estar empeñándose en levantar el vuelo del murciélago a mediodía.

En la foto, de Moramay Herrera Kuri, de izquierda a derecha: Carlos Miranda, Noé Cárdenas, Luis Ignacio Helguera (finado) y Álvaro Quijano (finado), una noche de la última década del siglo XX en la Tasca Manolo (finada).

jueves, 7 de junio de 2012

Ray Bradbury (1920 – 2012), el hombre que pobló el futuro


Como un Noé del siglo XX llamado a poblar el futuro, Ray Bradbury supo prever el azaroso destino de la humanidad en mundos ya no anhelados ni prometidos, sino posibles, a modo de un reaprendizaje en el que la hostilidad y los nuevos retos provienen de realidades inéditas.

Bradbury se inspiró en sus sueños de infancia y temores sufridos en la Guerra Fría para engendrar marcianos con poderes telepáticos, monstruos marinos cargados de sentimientos, planetas eternamente húmedos o un preclaro anticipo a la desaparición del libro impreso, pues en Fahrenheit 451 –su novela más célebre- los bomberos queman los libros.

Esta fábula se tornaría siniestra al paso del tiempo, pues el contacto físico con los libros, la sensualidad de oler la tinta y sentir la textura de las hojas impresas, hoy tiende a desvanecerse en pos de una biblioteca virtual universal, situación que haría del otoño del escritor una vida en defensa del mundo a la antigua, rodeado de objetos previos a las computadoras -y un atesorador de las bibliotecas de papel y las historias que éstas alojan.

Durante su infancia y juventud, Bradbury, que nació en 1920, sufrió carencias, situación que haría del futuro escritor un autodidacta dotado de una visión romántica del mundo, en el que el destino de la humanidad –decía- es "recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos agobiantes para concluir vencido, contemplando el fin de la eternidad."

En la década de los cuarenta del siglo pasado comenzó a publicar sus relatos en diferentes revistas hasta que, al despuntar los 50, comenzó su reconocimiento definitivo con la publicación, al hilo, de varios de sus libros fundamentales: Crónicas marcianas, Farenheit 451 y El hombre ilustrado, entre muchos otros.

Establecido definitivamente en California, donde moró hasta su deceso, Bradbury también trabajó como guionista, y es recordado por su participación en el guión de Moby Dick de John Huston, así como en algunos argumentos de la serie de tv “La dimensión desconocida”.

Pese a que Bradbury es identificado como uno de los autores de ciencia ficción por excelencia, él solía aclarar que la suya era una literatura fantástica y que sus relatos tenían un trasfondo moral.
En total, el multipremiado escritor escribió casi 600 cuentos y 30 libros. También existe un asteroide llamado (9766) Bradbury en su honor.

Nadie sabe en qué momento Ray Bradbury se fusionó con su ficción... Poco importaba, como ahora, que estuviera vivo o no. Hoy es un ánima perdurable que viaja en el universo en busca de mundos ignotos que poblar.

Foto tomada de: http://bit.ly/KjgAjv

viernes, 18 de mayo de 2012

La visión lejana que otorga el periodismo


Elena Poniatowska cumple el 19 de mayo 80 años. Aquí, una entrevista donde, entre otros asuntos, la periodista, narradora y luchadora social rememora algunos pasajes destacados de su vida y reflexiona sobre el quehacer periodístico de cara a las nuevas tecnologías.
Noé Cárdenas (N.C.): Elena llegó a los 9 años a México y desde entonces ha sostenido un romance -si se puede llamar así- con este país y precisamente es la primera pregunta que le haremos a Elena –buenas tardes Elena, muchas gracias por recibirnos-. Elena, háblenos de este romance que mantiene usted desde los 9 años cuando llegó a México, que ha sido permanente y, a juzgar por los hechos, es interminable. ¿Cuáles han sido los momentos más memorables de esta relación, Elena?
Un “castillito” en la calle de Berlín
Elena Poniatowska (E.P.): Bueno, en realidad usted me está regalando un año de vida porque creo que cumplí 10 años. Yo nací en 32, llegué aquí en 42. Entonces, probablemente estaba yo por cumplir 10 años. Desgraciadamente mi mami no vive, no me podría decir en qué mes llegamos y nunca se me ocurrió preguntarle. Pero llegamos en 1942.
Somos, mi hermana y yo, hijas de una mexicana porque su apellido, mi apellido materno, es Amor y mi padre se llamaba Juan Poniatowski. Entonces, mi romance comenzó desde que llegamos a la calle de Berlín, no me acuerdo si 6, después allí se instaló la AMA, que era una asociación que protegía a los automóviles, si se te desconchinflaba tu auto ellos llegaban y te sacaban. Entones allí estuvo la AMA en ese como castillito. Y llegamos y desde entonces, tanto mi hermana y yo fuimos muy felices.
NC: Díganos tres, cuatro momentos de este romance que realmente estén fijos en su memoria.
EP: Bueno, el hecho que entráramos a nuestra recámara, que tenía torreones, era inmensa y hubiera encima de la cama de cada una, una muñeca muy grandota que apenas si podíamos abrazar; una muñeca que mi abuela había ido a comprar, bueno nos regalaba a las dos, eso recuerdo que un momento muy bonito. Luego, conocer todos esos perros, porque mi abuela recogía perros de la calle, creo que había allí como 20 o 22, quizá 28, ese también fue un  momento muy feliz de la niñez. También fue un momento muy feliz estar en una escuela magnífica con una directora maravillosa, Mrs. Heart, se llamaba el Windsor School, esa escuela de veras una muy notable, enseñaba muy bien. Bueno también eso de hacerme de amigos, de compañeros que a la fecha todavía viven algunos.
NC: ¿Qué México le duele más Elena, y qué México la hace más feliz?
EP: Bueno, me hacen muy feliz los animales, el Monsi que está allí dormido, la Vais que es su hermana -que son dos gatos-, me hace muy feliz el perro, me hacen muy feliz las plantas en general; esas orquídeas las mandaron José Emilio Pacheco y Cristina Pacheco, me hacen feliz… son orquídeas, aquí hay otras, las flores, la casa, las sillas, todo. Pero lo que me hace más feliz desde luego es tener salud, también, porque si me sintiera mal o me doliera la panza pues estaría aquí chille y chille, ¿no?
NC: ¿Qué opina, Elena, acerca de que ya varias generaciones de jóvenes dicen que están acostumbrados a vivir en un país que está en crisis permanente?
EP: Bueno sí, México ahorita a los jóvenes yo creo que los decepciona mucho porque no hay empleos, porque ellos a veces, saliendo de la universidad habiendo trabajado en serio y llegan y no hay dónde trabajar; ellos trabajaron mucho en sus clases y no hay dónde, entonces yo creo que esa es una decepción horrible; y luego una gran violencia, leemos todos los días en los periódicos, vemos en los noticieros la cantidad de gente, no una sino 8, 10; y luego gente cuyos cadáveres se encuentran, en fin yo creo que eso es sumamente desalentador.
De cara a las nuevas tecnologías
NC: Elena, usted ha sido importantísima para el desarrollo del periodismo en México. Hoy estamos viviendo cambios vertiginosos con las nuevas tecnologías y el periodismo está como en tela de juicio; unos opinan que se está dispersando el quehacer periodístico y otros dicen que al contrario, está tomando una fuerza que no se sabe exactamente hacia dónde va, pero que ahí va caminando. ¿Qué cosas se deben conservar del periodismo que usted ha venido practicando durante tantos años y que en todo caso no deben perderse de vista a pesar de las nuevas tecnologías?
EP: Bueno, usted ve esta casa, los muros están llenos de libros que finalmente van a ser una donación, ¿no? Y también cada vez menos gente compra el periódico o lee el periódico. Todo está llamado a desaparecer precisamente por la tecnología, lo que así usted está haciendo con un micrófono, así que yo sí creo que somos una especie en extinción. Los escritores y los periodistas en el futuro tendrán que hacer análisis muy profundos los periodistas de la situación que no se pueden decir así a boca de jarro en la televisión; tendrá que ir todo en mayor profundidad para subsistir, también para resistir. Y luego, yo creo que cada vez más los medios electrónicos van a ganar más poder, ¿no? Y se van a hacer las cosas quizá con menos afán, con menos… más a las volandas, para que salga rápido.
NC: Usted ha dicho en alguna otra entrevista Elena que hay que vivir la época que a uno le tocó vivir; que añorar una época anterior que generalmente una la anhela como que fue mejor y todo eso es como realmente estar en el camino equivocado. ¿Qué puede decir acerca de eso en la actualidad? ¿Está usted viviendo su tiempo?
EP: Sí, no tengo nostalgia del pasado. Tengo mucha nostalgia, mucha tristeza por la gente que se fue antes que yo, porque a mi edad te vas quedando sola. En fin, todavía tengo a mi hermana con la que puedo hablar de ciertos momentos o de ciertas cosas que ella puede recordar, ¿no? Pero sí, se muere gente muy querida, y uno tiene que seguir, ¿no?
Memoria y literatura
NC: La escritura es un modo de fijar la memoria precisamente, de hacer que las cosas importantes que uno fue recogiendo en la vida realmente se puedan transmitir.
EP: Sí, la escritura es consignar finalmente. De las fiestas… yo recuerdo que yo trabajé durante años. Al principio, en 1953 cuando usted no había nacido, 1954, en la sección de sociales y allí si no quedaba consignado por el periódico, la fiesta, si no iba el fotógrafo era como si no hubiera habido existido. Y luego mucha gente te decía que era más bonito platicar de la fiesta después, hacer la crónica de la fiesta, de cómo iba vestida tal persona, de las estupideces que dijo tal otra. Que eso era lo más sabroso, finalmente, de la fiesta. Uno siempre va a todo con muchísimas ilusiones o se llena de imágenes interiores de qué va a suceder, y lo que sucede no tiene nada que ver con lo que uno llevaba dentro.
NC: Y en ese sentido, Elena, también esto me parce a mí perfectamente aplicable a cosas que no son fiesta, a situaciones difíciles por las que atraviesa a veces el país, la sociedad. Usted ha dedicado gran parte de su escritura a resaltar, a darle voz a estas cosas que no se ven y que deberían verse.
EP: Sí también esos sucede, como usted dice suceden cosas terribles e inesperadas que uno nunca imaginó y que lo dejan a uno como realmente paralizado durante un tiempo hasta que uno más o menos se recupera, verdad. Y si en México, en los últimos años desde que soy periodista, sucedieron cosas duras primero, quizá, el encarcelamiento de los ferrocarrileros –ese fue en 59-, cuando yo conocí la cárcel por primera vez, pero tuve la suerte de ir a la cárcel con Buñuel, con Luis Buñuel en una ocasión o dos ocasiones… Después el movimiento estudiantil en 1968 que fue terrible y, finalmente, el Terremoto, en el que trabajamos mucho Carlos Monsiváis, Raúl Álvarez Garín, un estudiante del 68, y Daniel Molina quienes recogieron las voces de muchos damnificados. Y también el plantón de ¿2006? en el Zócalo, que la gente se quedó… bajo unas lluvias aterradoras que se llevaban las tiendas de campaña, la comida, la ropa, todo lo que hubiera, ¿no? Fueron días así en la calle, en la plancha del Zócalo.
Ser intelectual de izquierda en 2012
NC: ¿Qué significa ser un intelectual de izquierda en 2012, Elena?
EP: Es que yo no entiendo eso de que siempre están diciendo de la izquierda e izquierda. Yo creo que uno está –por inclinación o, no sé, así por persignarse- con las causas de la gente que ve que es mejor estar a su lado, ¿no? Pero eso de la izquierda… Bueno ahora sí se puede decir que hay un proyecto totalmente de izquierda, que está en torno a Andrés Manuel López Obrador, con el que estoy desde antes del 2006, desde el desafuero, ¿el desafuero fue en el 2004? Bueno no importa, soy bien mala para las fechas, pero desde hace un titipuchal de años ya estoy ahí.
Periodismo, ¿opuesto a la escritura literaria?
NC: Y finalmente Elena, usted es periodista, también es narradora y hoy en día como que ya los límites entre los géneros ya no importan. Y es precisamente una de las personas que han sabido combinar, sobrepasar los límites entre un género y otro utilizando investigación periodística para las novelas y también recursos estrictamente literarios para sus trabajos periodísticos. ¿Qué nos puede decir acerca de esto?
EP: Bueno, el hecho de ser periodista te da muchos temas, porque ves cosas que no verías o con las cuales no tendrías ningún acercamiento si no fueras periodista, ¿no? Entonces pues muchos libros están ligados al periodismo y otros libros de cuentos como De noche vienes o Tlapalería no tienen que ver con el periodismo; y las novelas también, algunas no tienen que ver con el periodismo pero el periodismo sí te jala mucho, ¿no?, la manera de ver la vida, de ver lo que sucede, de no hablar tanto de ti mismo, de estar mecanografiando tus rencores o tus alegrías. El periodismo te da una visión como un poco más lejana. Aunque te dicen que para escribir bien es malísimo el periodismo.
NC: ¿Y cómo convivió una periodista como Elena Poniatowska con un astrónomo que veía las estrellas, Guillermo Haro?
EP: Pues yo siempre pienso que hubiera querido ser mejor en todo pero sí, lo digo desde el fondo de mis 80 años, hubiera querido ser mejor esposa, mejor hija, mejor mamá. Pero creo que aprendí muchísimo del amor a México de Guillermo Haro, de su capacidad de enfrentar, de pensar en su país como él pensaba desde que amanecía; de enviar estudiantes fuera a que hicieran su doctorado, fue una gente profundamente preocupada por los jóvenes de México, que los quería sacar adelante incluso por encima de él y de su propia investigación ¿no? Por eso fue muy importante estar al lado de un hombre así de apasionado, con esa capacidad de entrega y, pues sí, así fue en la vida, muy padre.
NC: Elena, muchas felicidades por sus 80 años, que le vaya muy bien en el homenaje que va a recibir en la UNAM y muchísimas gracias por habernos recibido en su casa.
EP: Muchas gracias a usted por venido acá.

jueves, 17 de mayo de 2012

Donna Summer, la encarnación de la música disco


Cantante de góspel en sus inicios, la voz de una banda de rock sicodélico, y giras y estancias en Europa fueron la semilla que germinaba en las cuerdas vocales de la que se convertiría, al promediar la década de los 70 del siglo pasado, en la “reina de la música disco”, Donna Summer.
Fue cuando la cantante -nacida en Boston en 1948 y fallecida la mañana de hoy- tomó contacto con los productores Giorgio Moroder y Pete Bellote que su reinado en las discotecas de aquella época se consolidó a través de singles de larga duración con una poderosa carga de erotismo como “Love to you baby” y “Try me”.
De hecho, se le debe a las interpretaciones de Donna Summer el surgimiento de los llamados maxi-single: canciones que duraban cerca de 20 minutos, idóneas para la vida nocturna y el desenfreno en discotecas como Studio 54.
Premios Grammy y frecuentes apariciones en el top ten de aquellos años fueron moneda constante en la exitosa carrera de Donna Summer, cuyos atrevimientos como hacer piezas bailables con pujidos orgásmicos interminables y portadas sexosas, la entronizaron también como ícono de la comunidad gay, trono que se consolidó con la grabación de “Enough is enough” a dueto con Barbara Streisand.
Gracias a Giorgio Moroder, que obtuvo un Oscar por la banda sonora de Expreso de medianoche y que había asimilado muy bien la música de Kraftwerk, la voz de tesitura mezzosoprano de Donna Summer se instaló para siempre en la memoria colectiva.
Ya en la década de los 80, y todavía con Giorgio Moroder, Donna aún asestó varios éxitos como “On the Radio” y “Bad Girls”. Por aquel entonces, la cantante se tornó puritana y deploró sus canciones eróticas y la holgura nocturna a la que éstas dieron lugar en las discotecas.
El ocaso de la reina de la música disco duró muchos años y coincidió con la transformación de las discotecas en antros. La banda The Who había cantado el epitafio de aquella época en la rola “Good bye sister disco”.
La influencia de Donna Summer se ha dejado sentir en cantantes como Beyoncé y aun en Madonna, y sus éxitos inevitablemente nos remontan a una edad dorada.

miércoles, 16 de mayo de 2012

De regreso a Balderas

Buscando una reseña sobre La silla del águila que redacté hace años con el objeto de traer una visión fuentesina sobre la lucha por el poder en México, me topé con esta crónica donde, de paso, de todas formas le rindo homenaje a Carlos Fuentes.

 
Inspirado en la visión cinematográfica de Ridley Scott para concebir una ciudad futura en Blade Runner, y en audaces estudios de campo, el historiador francés Sergei Gruzinski afirma que la de México es la ciudad que anticipa cómo serán las metrópolis al promediar el siglo XXI.
Desde el punto de vista del transeúnte, aquí, el abigarramiento de puestos de baratijas chinas, películas y álbumes musicales piratas transgrediendo la tercera ley de Newton junto a los changarros de comida humeante y barata, forma parte del paisaje urbano, sobre todo en el Centro, cuyos edificios acusan en sus ruinosos bajos la cochambre fritanguera del abandono y el asalto.
Aguas sucias y podridas, que el transeúnte intenta en vano evitar debido a las enormes “zanahorias” de la carne al pastor que salen al paso a la altura del rostro —al igual que las prendas íntimas desechables de los puestos eróticos—, son los únicos remansos libres que, si no son reclamados por palomas y ratas, pronto el ambulantaje se los apropiará, como quien asienta chinampas en un lago filtrado por el asfalto.
Además de los olores y texturas grasosas que en algunos puntos de la Ciudad de México conforman una gelatina opaca —por ejemplo, en las calles de Balderas a la salida de la estación Juárez del Metro—, el espíritu del lugar está cifrado en las miradas depredadoras de los oriundos, aptas para la supervivencia gregaria al menudeo. Este espíritu también se halla en los edificios derrelictos, como el que fue de La Jornada, cuya estructura agrietada no impide que hoy sea una escuela técnica; o el del finado Novedades (hoy ocupado por Milenio), cuya placa conmemorativa de la primera piedra colocada por Porfirio Díaz ya no se distingue de la opacidad afantasmada de sus muros.
En Blade Runner siempre es de noche y llueve; hay un anhelo de huir hacia lugares quizá ya no paradisíacos, sino al menos vivibles. Los que se quedan en un Los Ángeles pastoso y contaminado, lo hacen porque su profesión o su incapacidad física los ata a esta Babel de changarros mal olientes y estafas genéticas. Policías con licencia para matar, padrotes, putas, mercachifles, animales falsos, androides paradójicamente más sensibles y capaces que los humanos, son los perdedores de la era de la hipertecnología que se quedaron varados en una metrópoli del futuro —anticipada por la Ciudad de México.
Caminar por una calle como la de Balderas se antoja un disparadero de asociaciones del pensamiento y una lluvia de recuerdos quizá inventados o implantados —en el caso de ser uno mismo un replicante a la Blade Runner. Una entrada perdida entre un puesto de quesadillas y otro de películas pornográficas pudo haber sido el acceso, a mediados del siglo XX, a la vivienda de Aura, donde los tiempos se superponen como las pirámides sagradas para un joven historiador en la nouvelle de Carlos Fuentes; una tabla disimulada con fotos de niños y niñas en posturas soeces a la salida de un café de chinos, pudo haber sido la pista profética que necesitaba el detective concebido por Rafael Bernal para conjurar el complot mongol. La estación Juárez del Metro pudo haber sido una alternativa para el personaje del cuento “La fiesta brava” de José Emilio Pacheco, que hubiera sorteado los atavismos mitológicos de los túneles de la Línea 2.
Ahí abajo, en los túneles, el Metro no cesa de llevar y traer cuerpos asardinados a ciertas horas; sigue permitiendo la lectura y los flirteos en los tiempos descansados, o la mera observación antropológica; continúa acogiendo a una comunidad fija y creciente compuesta por vendedores de baratijas y por folcloristas de zampoña y charango cada vez más tecnologizados. Ahí abajo continúa —según he advertido durante mis trayectos reanudados rumbo a Balderas— la pulsión suicida, el “heroísmo” de arrojarse a las vías para reventar en un instante. Nunca imaginé que en la decisión de una suicida embarazada cupiera la posibilidad ¿involuntaria? de que el producto se salvara así fuera durante pocas horas después del arrollamiento. Tal vez el nonato era un replicante que de cualquier manera sería exterminado por un blade runner.

[Publicado originalmente en http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=49159]

jueves, 3 de mayo de 2012

Ernesto Cardenal, religar a través de la poesía

Ernesto Cardenal, que recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2012 comentó, en entrevista telefónica exclusiva con N22, que la poesía continúa cumpliendo su función de cambiar mentalidades

Nadie puede no conmoverse y hasta sentir el don de la completud instantánea - tras la lectura de la obra poética de Ernesto Cardenal, que a sus 87 años ha recibido el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
Nadie no puede sentir a fondo como una gracia otorgada el profundo significado del verbo religar, ora con los colores solares de la selva nicaragüense y sus timbres y olores primigenios; ora con la luz nueva de julio tras la gesta que tiró a la dinastía dictatorial de aquel país centroamericano.
Poesía que cambia mentalidades
El padre Ernesto Cardenal, que radica en Managua, Nicaragua, dijo en entrevista que el anuncio del Premio lo “sorprendió y lo llenó de alegría”.
A pesar de que el público lector de poesía siempre ha sido reducido, esto no impide –señaló el poeta- que “la poesía continúe cumpliendo un papel preponderante como vehículo que contribuye a cambiar mentalidades”.
Añadió que a pesar de que hoy se viven tiempos de cambios vertiginosos, “los jóvenes continúan acudiendo a la poesía como lo han hecho en otras épocas”.
Acerca de su participación en las revistas fundadas por Octavio Paz, el padre Cardenal aclaró que hay muchos tipos de poesía y que uno puede preferir uno sobre otro, “yo no comulgo con la poesía de Octavio Paz, por ejemplo”, asentó el poeta.
Nadie no puede dejar de lado que el padre Cardenal, además de poeta, es un sacerdote católico y teólogo. Nadie puede ignorar que su fe y la ideología que de ella se desprende  jamás entorpece la hondura y la grandeza de su poesía. Más bien al contrario: su obra poética se afinca en las formas del Antiguo Testamento y en el Evangelio para incorporar la más humana cotidianidad y las cosas de este mundo que competen a los mortales.
Ahí corren parejas su célebre Oración por Marylin Monroe, sus Salmos, sus Epigramas, su Homenaje a los indios americanos, su Oráculo sobre Managua, su Pasajero en tránsito -entre muchos otros poemarios.
Una utopía experimental
Cardenal colaboró estrechamente con el Frente Sandinista de Liberación Nacional luchando contra el régimen de Somoza, y fundó en una de las islas del archipiélago de Solentiname, una comunidad cristiana a modo de alternativa a las utopías totalitarias, experiencia que le sirvió al escritor para prohijar el famoso libro El Evangelio de Solentiname.
A pregunta expresa de qué queda hoy de la experiencia de Solentiname que pueda tomarse como un nuevo punto de partida, el padre Cardenal dijo que “Solentiname fue un experimento acorde con sus tiempos y que así debe considerarse, por tanto hoy no queda nada más que el experimento”.
En su juventud, Cardenal lo mismo vivió monásticamente en Estados Unidos, que como teólogo de la liberación en Cuernavaca; más tarde, lo mismo padeció la persecución política que un rapapolvo del papa Juan Pablo II.
El padre Ernesto Cardenal es uno de los poetas vivos más estimulantes que han sabido mantener refulgente a la poesía ante los embates de los dogmas del hoy famélico realismo socialista y del relumbrón imperante de la civilización del espectáculo.
[Publicado originalmente en el blog de la Dirección de Noticias de Canal 22 agencian22@blogspot.com.mx]